Qué significa ser expatriado? Quiénes son los expatriados?

Espatriados, expatriates, expats … A menudo cuando me preguntan a qué me dedico, percibo confusión en la cara de los demás cuando les digo que hago terapia con expatriados. Mi entorno, después de un tiempo intuye qué significa que soy terapeuta de desarrollo personal, más o menos, pero cuando digo expatriados, puedo ver que reconocen el vocablo pero entran en cortocircuito.

He indagado sobre el significado de expatriado, en la mayoría de las casos hacen referencia a personas que viven en un pais diferente al suyo de origen. He encontrado sinónimos como deportado, exiliado, proscrito, migrante, refugiado…según las fuentes de las que he bebido, la palabra expatriado se utiliza para europeos y norteamericanos y el término migrante para todos los demás. Hay connotaciones racistas en el uso de uno u otro. Os dejo un link con más info a este respecto.

Con este post no me propongo un análisis de los términos y sus connotaciones. Lo que me propongo es dar una definición más concreta, más ajustada a la realidad actual y libre de connotaciones, para los expatriados/migrantes.

En los años que llevo haciendo terapia online con expatriados/migrantes, he encontrado muchos casos distintos de personas que se mueven por el mundo y necesitan elaborar su duelo (normalmente se le llama duelo migratorio, pero ya pongo en duda el acierto de esta denominación) así como completar la adaptación que requiere la movilidad.

Es cierto que trabajo con gente que reside en un pais distinto al suyo original, por motivos muy diversos como pueden ser: trabajo, compromiso social en el caso de las personas que trabajan en campo para ONGs, amor, seguridad y ganas de explorar entre otros. También otros que sin viajar a otro pais, se desplazan a otro lugar distinto al de origen y tienen los mismo síntomas que el expatriado/migrante al uso, también trabajo con gente que decide volver al lugar de origen y sufre un segundo duelo y readaptación, quedando a veces a caballo entre dos suelos distintos.

Por todo esto, me gustaría redefinir al expatriado/migrante como personas que abandonan la comodidad de lo conocido para satisfacer una necesidad personal. Individuos que sacrifican lo que conocen para explorar por distintos motivos lo desconocido. Ojo, uso la palabra comodidad y no quiere decir que sea una comodidad agradable, simplemente es cómodo porque es conocido. Todos sabemos ese refrán: Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Pues bien, hay personas a las que este refrán no les hace justicia.

Para mi, expatriados/migrantes/refugiados/exiliados, todos tienen un denominador común, son valientes y se atreven a explorar un suelo más nutritivo, dejando atrás lo conocido y lidiando con el duelo y la adaptación que ello conlleva.

Comparto con vosotros que aunque he llegado a una definición, aun no he encontrado una denominación ajustada. Si teneis sugerencias, soy toda oidos.

Los cuidadores se dejan cuidar?

En estos dias estoy atendiendo a sanitarios extenuados, ansiosos, tristes, con miedo en el cuerpo, con incredulidad y enfado hacia el resto de la población que se salta las normas de seguridad con muy poca conciencia….y lo más significativo para mí o lo que más me impacta, su resistencia a aceptar que no se encuentran bien, que necesitan atención hacia ellos mismos.

Tan acostumbrados a cuidar, que no ven o les cuesta mucho ver que necesitan dejarse apoyar y cuidar, para atravesar esta cantidad de emociones que están emergiendo.

Es completamente normal, has estado en primera linea de batalla, has estado expuesto, estresado, perdido, asustado….que no te quepa duda, te mereces dejarte cuidar y acompañar. No tengo experiencia en pandemias, pero me parece de lógica que estés padeciendo estos síntomas después de la experiencia que has vivido.

Aprovechando el confinamiento para PARAR y CRECER

Hemos ido pasando por fases distintas desde que iniciamos el confinamiento. Recuerdo el shock de los primeros días, el miedo a la enfermedad, la conciencia social más allá de nuestra salud y la de nuestros seres queridos, la ansiedad y el miedo a la incertidumbre, también enfado y frustración por no poder hacer lo que queríamos…hasta que alrededor de la 5ª semana empecé a escuchar en sesión bastante a menudo: en realidad me está sentando bien, sorprendentemente estoy aprendiendo en esta situación.

No quiero generalizar, hablo de mi experiencia, de las reacciones que observo en mi entorno y de las declaraciones de Rosa Sánchez Muñoz, miembro didacta y supervisora de la Asociación Española de Terapia Gestalt (AETG).

Quiero hacer una reflexión porque creo que tenemos la oportunidad de acceder a una versión actualizada y más auténtica de nosotros mismos gracias a esta situación excepcional.

Nunca hemos estado tan unidos en algo y tan solos y aislados al mismo tiempo. Nunca hemos tenido la oportunidad de parar la rueda en la que dábamos vueltas. Hasta ahora. Probablemente encuentres resistencia a bajar de la rueda, miedo, frustración y tristeza. No es facil dejar de hacer lo que hacemos siempre, andar con piloto automático. Sin embargo, esta situación de confinamiento, no nos deja elección. Podemos patalear, maldecir y llorar, pero si sueltas el control, la expectativa y la ilusión de certidumbre, y en su lugar te entregas y te encomiendas a lo que está pasando, abrimos una oportunidad a lo desconocido. A nosotros mismos, a una versión de nosotros más madura y responsable. Y no hablo de responsable en el sentido de actuar según creemos que deberíamos ser. Sino responsables de escucharnos y responder a nuestras necesidades reales. La capacidad de responder ante nuestras necesidades es lo que la Terapia Gestalt entiende por responsabilidad.

Habitualmente situamos la responsabilidad en otros, echamos la culpa a los demás de lo que nos pasa, buscamos causas externas para nuestros sentires. Al poner la responsabilidad fuera, ponemos nuestro poder fuera, nuestra capacidad de responder ante la situación. Nos estamos haciendo dependientes del otro y esto nos limita, nos hacemos pequeños. Cuanto más dependemos del otro, más crecen nuestra frustración, enfado, miedo y tristeza.

Por esto creo que el confinamiento, en una parte es un regalo, algo totalmente excepcional y que nos da la oportunidad de parar, escucharnos y recuperar nuestra capacidad de respuesta, nuestro poder de apoyarnos en nosotros mismos para responder a nuestras necesidades. Esto no implica convertirnos en autosuficientes, sino madurar y establecer relaciones más sanas.

Mi necesidad puede ser pedir ayuda en algo y en lugar de enfadarme o entristecerme porque estoy solo y/o desatendido, me escucho, me hago cargo y respondo a mi necesidad: solicitando ayuda y relacionándome de una manera más honesta conmigo y con mi entorno.

Os deseo una satisfactoria actualización, no he dicho que sea fácil ni agradable, pero sí recomendable y saludable.

You got the power!


Fuentes:
Doc News: Expertos en Terapia Gestalt señalan oportunidades positivas del confinamiento (2020). http://www.docnews.es/expertos-en-terapia-gestalt-senalan-oportunidades-positivas-del-confinamiento

Terapia para Expatriados

A todos nos sienta bien la terapia, en el caso de los expatriados más aun. Ya que tienen las mismas dificultades que todos, pero en un entorno ajeno. La expatriación requiere llevar a cabo un duelo y una adaptación. Que el expatriado consiga su objetivo depende en gran medida de que complete estos procesos satisfactoriamente para poder asentarse en el pais de destino y vivir la experiencia gratamente. El grado de dificultad de este proceso, varía entre otros factores, de la personalidad y circunstancias de expatriado, y del contraste y distancia entre origen y destino.

Ante un reto de tal magnitud, como es la expatriación, que abarca una esfera laboral, social e individual, no todo el mundo reacciona igual. En este proceso de adaptación a menudo aparece estrés, miedo y tristeza. Va a depender del individuo, pero en mi opinión y experiencia,  es fácil que con el estrés y las nuevas situaciones a las que se enfrenta, salgan a flote las dificultades propias de cada uno, agravando la sensación de malestar en muchos momentos.

Algunos de los estados de malestar que pueden surgir son ansiedad, miedo, confusión, sentimiento de soledad, tristeza, cuestionamiento existencial, dificultad para conciliar el sueño, cansancio físico, dualidad hacia la comunidad de expatriados, sentimiento de no pertenencia ni a uno ni a otro país, entre otros más específicos y relacionados con el carácter de la persona.

El proceso de adaptación no solo se da en destino, una vez superado el proceso de adaptación al país de destino y asentados, los expatriados sufren procesos readaptativos cada vez que vuelven al origen. Por ejemplo, no es fácil volver y ver que su entorno y amigos han cambiado y no han sido testigo de ese proceso. Otras veces llevan un tiempo pensando en volver a casa y cuando vuelven, ya no saben si su casa es esa o es la de su nuevo país de acogida. Lo que quiero decir, es que también hay una serie de sentires relacionados con la vuelta al origen y tambien son parte de un nuevo proceso de adaptación a la inversa.

Por supuesto, hay formas de prepararse para hacer estos procesos más llevaderos. Es necesario hacer un trabajo de inmersión previa y empaparse de los valores, normas, creencias, costumbres, alimentación…del país de destino.

Pero además de esta preparación previa, recomiendo el trabajo terapéutico. Para acompañar y trabajar las dificultades van surgiendo: aprender a gestionar el estrés, elaborar el duelo, poner conciencia y responsabilidad de las propias elecciones y motivaciones en la vida, equilibrar hábitos que junto con la liberación de estrés favorezcan el descanso, recuperar y/o aprender herramientas para facilitar una interacción a medida con la comunidad…pero sobretodo para sentirse comprendido en un proceso que atraviesan muchos y es más común de lo que creemos.

Este momento de dificultad se puede convertir en un momento para crecer y generar resiliencia, de manera que la expatriación sea algo que sume en la vida del individuo.

Terapia para Expatriados

Hace unos 5 años que trabajo con españoles expatriados en distintos paises. Hacemos las sesiones online y con algunos hemos tenido la oportunidad de encontrernos presencialmente. En este tiempo he observado dificultades y estados comunes en los expatriados.

La expatriación requiere llevar a cabo un duelo y una adaptación. Que el expatriado consiga su objetivo depende en gran medida de que complete estos procesos satisfactoriamente para poder asentarse en el pais de destino y vivir la experiencia gratamente. El grado de dificultad de este proceso, varía entre otros factores, de la personalidad y circunstancias de expatriado, y del contraste y distancia entre origen y destino.

Ante un reto de tal magnitud, como es la expatriación, que abarca una esfera laboral, social e individual, no todo el mundo reacciona igual. En este proceso de adaptación a menudo aparece estrés, miedo y tristeza. Va a depender del individuo, pero en mi opinión y experiencia,  es fácil que con el estrés y las nuevas situaciones a las que se enfrenta, salgan a flote las dificultades propias de cada uno, agravando la sensación de malestar en muchos momentos.

Algunos de los estados de malestar que pueden surgir son ansiedad, miedo, confusión, sentimiento de soledad, tristeza, cuestionamiento existencial, dificultad para conciliar el sueño, cansancio físico, dualidad hacia la comunidad de expatriados, sentimiento de no pertenencia ni a uno ni a otro país, entre otros más específicos y relacionados con el carácter de la persona.

El proceso de adaptación no solo se da en destino, una vez superado el proceso de adaptación al país de destino y asentados, los expatriados sufren procesos readaptativos cada vez que vuelven al origen. Por ejemplo, no es fácil volver y ver que su entorno y amigos han cambiado y no han sido testigo de ese proceso. Otras veces llevan un tiempo pensando en volver a casa y cuando vuelven, ya no saben si su casa es esa o es la de su nuevo país de acogida. Lo que quiero decir, es que también hay una serie de sentires relacionados con la vuelta al origen y tambien son parte de un nuevo proceso de adaptación a la inversa.

Por supuesto, hay formas de prepararse para hacer estos procesos más llevaderos. Es necesario hacer un trabajo de inmersión previa y empaparse de los valores, normas, creencias, costumbres, alimentación…del país de destino.

Pero además de esta preparación previa, recomiendo el trabajo terapéutico. Para acompañar y trabajar las dificultades van surgiendo: aprender a gestionar el estrés, elaborar el duelo, poner conciencia y responsabilidad de las propias elecciones y motivaciones en la vida, equilibrar hábitos que junto con la liberación de estrés favorezcan el descanso, recuperar y/o aprender herramientas para facilitar una interacción a medida con la comunidad…pero sobretodo para sentirse comprendido en un proceso que atraviesan muchos y es más común de lo que creemos.

Este momento de dificultad se puede convertir en un momento para crecer y generar resiliencia, de manera que la expatriación sea algo que sume en la vida del individuo.

La desescalada te está dando MIEDO?

Hemos pasado por distintas fases para adaptarnos al confinamiento. Hemos necesitado tiempo dependiendo de nuestras circunstancias externas e internas. Las medidas han sido distintas dependiendo del país donde resides, la situación familiar de cada uno ha condicionado mucho el tipo de confinamiento que hemos/estamos viviendo y por supuesto nuestro momento vital, cómo nos ha encontrado a cada uno el covid, sin duda ha marcado el cómo lo estamos viviendo.

Ahora nos toca el proceso inverso, desconfinarnos, la desescalada. Lo que a priori suena como deseado, en muchos casos está provocando malestar. Hay muchas personas que están experimentando angustia, miedo, incluso fobia ante la idea de salir de casa de nuevo, quedar con gente y transitar por espacios abiertos. Quiero lanzaros un mensaje de calma, esto es totalmente normal. Tan normal, que tiene nombre: Síndrome de la Cabaña. No es un trastorno, sino un compendio de síntomas que muestran las personas que han estado recluidas, tales como ansiedad, miedo, evitación e irritabilidad.

Si hemos necesitado tiempo para adaptarnos al confinamiento, lo necesitamos para acostumbrarnos a lo contrario. Por tanto respira y acompáñate en una desescalada a tu medida. Por supuesto, por debajo en intensidad, de la medida que dicten las autoridades.

Mis recomendaciones para este acompañamiento son:

-No alimentar reproches del tipo: deberías de tener ganas de salir o eres raro por no tener ganas de relacionarte. En lugar de esto, recuerda que es normal y comprensible.

-Seguir las indicaciones estipuladas por las autoridades te dará seguridad, además esta situación no ha acabado y debemos seguir siendo muy prudentes

-Y por último y muy importante: Hazlo gradual! No hace falta ser un runner, ni quedar con el máximo número de personas permitidas, en un salón ajeno desde el primer día. Poco a poco.

Contratos Secretos

En más de una ocasión me he descubierto entablando un contrato secreto, a veces firmado inconscientemente por las dos partes y otras del todo unilateral.

En general estos contratos secretos se reducen a "yo hago o te doy esto y tu me devuelves esto otro", en mi caso particular me inclino automaticamente por el contrato tipo: "Yo te cuido y tu me tienes en cuenta".

Cuando el contrato lo firmamos las dos partes, lo que ocurre es que caigo en una relación pobre, una relación contractual, en la que espero que el otro cumpla su parte del contrato, si esto ocurre no tiene nada de valioso, pues es, ni mas ni menos que lo justo " con lo que yo te cuido" y si esto no ocurre, estás en deuda conmigo y estoy en mi derecho a llevarte a juicio. A menudo en este tipo de relaciones me siento atrapada, aburrida y desgastada....pues recibir lo que me corresponde por ley, no es nada del otro mundo....

Y cuando solo yo firmo el contrato? No sé cuál de las dos es peor, en este tipo de casos las frustración, la pena y el juicio se apoderan de mi...."ay que ver! con lo que yo cuido a esta persona y me ignora....qué mala persona". Resumiendo este estado sería: Grandes expectativas, grandes desilusiones"

Bueno, este es un mecanismo neurótico como otro cualquiera, con su parte sana rescatable, que tiene que ver con la capacidad de firmar contratos, de unirse...pero antes de ir a lo bueno o a ponerle nombre.... me gustaría hablar de cómo salir de ahí.

No digo que sea facil renunciar a hacer contratos, sobre todo cuando es algo que hacemos inconscientemente y cuando parece que lo fácil y apetecible es que el otro, al que tu le das lo que sabes dar, te dé lo que a ti te falta, pero la realidad es que el otro no va a tapar tu carencia y aunque pudiera, tú nunca vas a sentirte saciado.

Lo principal es ponerle conciencia para darte cuenta de cuando estás redactando el contrato, una vez que estás ahi, es necesario girar el contrato hacia uno mismo, darme lo que espero que me de el otro y de paso darme lo que le doy al otro tampoco está mal... por supuesto está la posibilidad de "Pedir" en lugar de "Dar para recibir" y también la posibilidad de "Dar sin esperar, contrato mediante".

Los efectos de revertir este contrato, de comprometernos con nosotros mismos son fascinantes.  Recuperas la energía que inviertes locamente, empiezas a crecer y a saciar tus carencias y a mi lo que más me gusta es que cuando recibo algo de alguien, que no es esperado, que no está estipulado en un contrato...es una fiesta, porque es un acto de amor que no he provocado ni forzado, es pure love llegándome.

Os he desvelado mi contrato ... tú sabes cual es tu contrato tipo o tú no eres de contratos? Bueno, llamame y vemos de qué eres tu :)

Alejandra Vidal

 


Embed Block
Add an embed URL or code. Learn more

DEPRESIÓN Y ANSIEDAD. Efectos secundarios de una forma de vivir enfermante

Hoy comparto con vosotros un artículo que me ha parecido muy interesante de Mario Carretero, donde desgrana, cómo el ritmo de vida que sostenemos nos puede llevar a enfemar, también nos habla de cómo aprovechar esta crisis para aprender nuevos estilos de vida más sanos.

DEPRESIÓN Y ANSIEDAD
Efectos secundarios de una forma de vivir enfermante

Son cada vez más las personas que sufren este tipo problemas, las cifras aumentan a diario, ya no hay tanto miedo a ir a la consulta del psiquiatra como antes, ahora tomar “pastillas para los nervios” es casi el pan de cada día y prácticamente en todas las familias hay alguien que las toma. Pero, ¿Son las pastillas lo único que necesitamos? ¿Que otras cosas podemos hacer para estar más sanos?.

Todos nosotros en alguna época de nuestra vida hemos podido pasar o pasaremos por estados de agobio, exceso de carga laboral y familiar, sensación de abatimiento y de no poder más. Sin embargo nos cuesta aceptar nuestros límites, nuestro cuerpo nos habla, nos da señales y en ocasiones mensajes claros: “para un poco, no puedes seguir así”. Pero claro no podemos parar, de nosotros dependen muchas cosas, depende que nuestra vida y la de nuestra familia siga hacia delante, así que no, no podemos parar.
Es en ese instante cuando aparece el abatimiento extremo, la energía se nos va por un sumidero y nos cuesta llegar al final del día, nos sentimos tristes y cansados pero seguimos adelante. Doblamos nuestra dosis de café, esto nos despierta, nos mantiene algo más activos, pero también aumenta nuestro estados de nerviosismo, sentimos taquicardia, temblor en las manos, diarrea… a esto lo llamamos “ANSIEDAD”. Seguimos funcionando, aumentan los dolores de cabeza y las contracturas en nuestra espalda. Aún así seguimos adelante con el trabajo y las obligaciones familiares, no delegamos, no descansamos, nosotros podemos con todo, sin nosotros el mundo no sigue girando.

En ese momento ocurre algo malo, si señor, así es la vida siempre ocurre algo malo, quien viva en una idílica rutina donde nunca pasa nada, tarde o temprano acabará despertándose de un día para otro, pues la vida es así, llegan las pérdidas, la enfermedad y el dolor. El tan temido dolor, ¡como duele el dolor y como duele el no querer el dolor!. A esto de no querer el dolor se le llama sufrimiento, no aceptar lo que ocurre porque es malo. Pataleamos maldiciendo a la vida, nos sentimos desgraciados y sufrimos. ¿Es que nadie nos dijo que todo se acaba? ¿Es que nadie nos hablo del dolor?. Vivimos nuestras vidas negando la muerte y la pérdida y cuando estas llegan las sentimos como un duro golpe y por supuesto las queremos lejos, muy lejos de nosotros y empezamos a sufrir, cuando este sufrimiento se cronifica se convierte en “DEPRESIÓN”.

Por supuesto este estado diario en el que vivimos, esta continua lucha pasa factura, nuestras secreciones hormonales se alteran, dormimos mal, comemos fatal y no nos paramos ni a beber agua. Al faltarnos algunos alimentos, no solo nos falta la fuente de energía de nuestros músculos sino que también se afecta nuestro sistema nervioso, pues los nutrientes son los ladrillos con los que se construyen los neurotransmisores. Nuestras cansadas neuronas se atrofian más rápido de lo normal por el continuo ambiente estresante en el que viven. La aceleración diaria se convierte en trastorno mental, grano a grano enfermamos al no saber cuidarnos a nosotros mismos, al no tenernos en cuenta y al sufrir por no aceptar el dolor que trae la vida.

Es en este momento cuando aparece la crisis, nuestro organismo se rinde y necesitamos pedir ayuda. Entonces tenemos que cambiar y aprovechar este bache en nuestras vidas como una nueva oportunidad para aprender a vivir de forma más sana y sostenible para nosotros mismos. Reaprender a alimentarnos, a cuidar nuestro cuerpo y mente, a buscar relaciones y hábitos de vida más sanos, a saber desconectar y darnos tiempo libre para nosotros, potenciar nuestra creatividad y alcanzar un estado de ser más saludable. Sin olvidar lo más significativo de todo, darnos cuenta que la vida pasa, las personas y las cosas que nos rodean se van y no son para siempre, esto duele y llorar la pérdida es natural, pero tenemos que aprender a seguir adelante, agradecer los momentos que nos trae la vida y honrar a los que no están no con sufrimiento, sino con la alegría de vivir con amor hacia nosotros mismos y el mundo que nos rodea.

Mario Carretero Castillo